11.11.15

CHONGA PHONE HOME

El amigo Francisco Zamora, del planeta utopiano, nos trae la siguiente reseña del plaquetoide de poesía "Fotos de mi chonga desnuda dentro de una nave espacial", del marciano Claudio Rojo Cesca, que aterrizará en Utopía Libros y Café (Independencia 221, Santiago del Estero) el Viernes 13 de Noviembre a las 22:00. Los invitamos a este periplo en años luz: desde los Monoblocks de un barrio santiagueño hasta los confines del monitor de una pc cualquiera. Estiramos un dedo para llamar a "casa", destino final de estas letras.



Por Francisco Zamora

1.
Cuando yo era chico, aproximadamente a los 7 u 8 años, mamá me alquiló en VHS la película de E.T para que la viéramos en casa. Trabajaba todo el día y los fines de semana, cuando se hacía un tiempito, compartía con mi hermana y conmigo las siestas de cine.

Vivíamos en unos monoblocks con departamentos chicos, dispuestos alrededor de un jardín grande en común, y ella suele contar que durantesemanas después de ver la obra de Spielberg yo le pedía por favor si me podía dejar jugar un rato más por la noche afuera. Pero lo más curioso – cuenta entre risas mientras ladea la cabeza pensando: “pobre, mijo” –  es que al observarme por la ventana me encontraba siempre sentado entre los arboles mirando al cielo.

2.
Cada vez que mamá cuenta la anécdota, agrego para mí: “¿Y si de verdad aparecía?”
 

Lo recuerdo bien, la vimos un sábado como a las 3 de la tarde. El calor de ese verano me hacía sentir pegajoso e inquieto hasta que claro, apareció ÉL y me quedé helado. Estaba fascinado. Durante las semanas siguientes iba a renunciar a los juegos para esperarlo durante horas entre los árboles. Sentado y cuidándome de no hacer ruido para no espantarlo, esperé a mi E.T durante mucho tiempo. Me moría de ganas de tenerlo en casa para que juguemos juntos. Fantaseaba con la idea de él invitándome a su nave para viajar a otros mundos.
 

Yo también quería volar en mi bicicleta con él en el canasto. Pero, mirando hacia atrás me pregunto: ¿De aparecerse, me hubiera animado a subir a la nave?

3.
Han pasado los años, E.T. lamentablemente, nunca apareció, aunque yo, en secreto, lo siga esperando, como también esperaba que llegue la publicación de lo que escribía Claudio.
 

La verdad sea dicha de antemano, soy un admirador de sus letras. Ya sean prosa o lírica, como es en este caso. Claudio escribe lo que me a mí me gusta leer, será por eso de que uno escribe como lee y ambos compartimos gustos literarios, así que la ecuación es perfecta.

Leer Fotos de mi chonga desnuda dentro de una nave espacial de Claudio Rojo Cesca es un placer desde el primer hasta el décimo poema. A todo esto hay que sumarle una edición genial con fotografías e ilustraciones que acompañan el viaje por estas letras.

Me gustan mucho sus versos, puros y sin pretensiones, que recorren a contramano el camino que impone el canon.  Pero no se confundan, en su sencillez subyace un gran conocimiento de la literatura, el cine y la música, evidentes en cada uno de los poemas de la plaqueta.

¿Quién no ha deseado tener la facilidad que tiene él para expresar el deseo por su chonga?

En el primer poema “Loop con fondo de Sasha Grey” dice: “Así me gusta mirarte: en loop/que no dejes de ocurrir. Vos, para siempre, llegando a mi cama.” O  la genialidad con la que lo termina: “Y todo era muy loco porque/ fue al hablar de ella/ que me empezaste a besar,/ mirando de costado/el resplandor de la pantalla/donde Sasha Grey hacía cosas/que vos tenías ganas de hacer/ esa noche, conmigo, pero/ todavía, porque me querías/ demasiado/o demasiado poco,/ no te animabas”.

Escapando de lo políticamente correcto y demostrando que las actrices porno también pueden ser musas de chongas.

La chonga/musa está presente en un par de poemas más y sus cualidades son enumeradas sin vergüenza alguna, eso es lo que más me gusta. Ni con la necesidad de provocar ni de generar exclamaciones en las viejas de la esquina. Claudio la describe como piensa uno a alguien que desea: Deteniéndose en los detalles, recordando cómo garcha, cómo gime, cómo acaba. Sus habilidades y destrezas, todo es lindo cuando se trata de ella. Una Wonder Woman, sin lazo, ni avión invisible, ni el amor de Superman, solamente con un chongo, SU chongo.

Hay lugar, también, para los poemas que golpean y movilizan. Tal es el caso de “Tamaño lulú tamaño madre tamaño ventana”  en donde al autor se le filtra lo que tiene de psicólogo y nos lleva, de manera magistral, a las primeras sesiones de terapia acompañados del Test de la casa.

O en “Mis siete días con Javier” una genialidad, donde el yo lírico nos habla de la relación con su  hermano Javier y se nos hace imposible no recordar a Edward Norton en “El club de la pelea” contando su vida con Tyler Durden. ¿Quién es ese otro en el que a veces me reconozco y es mi igual y otras veces amenaza con matarme?  Parece preguntarnos.

Igual de movilizantes son “Suficiente hidrógeno para matar a una ciudad” y  “Maravilloso mundo pileta” dignos de leerse y releerse mientras disfruta de ese placer/revelación que produce la poesía cuando es buena y nos interpela.

Hasta hay lugar para unos versos para su gato “Bill Murray” quien según dicen, tiene poderes telepáticos y es dueño y señor de la casa donde habita el escritor.

Y por último llegamos al poema que le da el título a esta plaqueta “Fotos de mi chonga desnuda dentro de una nave espacial”... ¿Qué pasaría si la mujer de la que tanto hemos hablado y deseado fuera abducida a las 3 de la mañana y ahora vaga por las galaxia mientras nos tortura, la muy sinvergüenza, mandándonos fotos de su travesía? El yo lírico sale a caminar mientras piensa en cómo hacer para defendernos cuando el platillo volador nos aparezca, no en la Casa Blanca ni en el Empire State sino aquí, en los monoblocks del municipal donde el mundo gira más despacio. Otra genialidad.

Recuerdo unos versos de Roberto Juarroz que dicen: “Tal vez sea por esto/que pensar en un hombre/ se parece a salvarlo"

Y Claudio me/nos salva, porque al escribir sobre lo cotidiano con tanta delicadeza, uno se siente partícipe e identificado y por consiguiente, claro está, menos solo en este mundo.
Lo comprendo justo a tiempo cuando su nave aterriza en mis manos, un platillo volador con muchas ganas de viajar, y casi 17 años de espera después, no lo dudo ni un segundo, pego un saltito, me subo, y mientras por detrás se cierran las compuertas, veo que una morocha, con el pelo oscuro atado, los ojos rasgados y pulseras de cuerina me guiña un ojo desde la pantalla del fondo.