Por Claudio Rojo Cesca
"VUDÚ", de la poeta santiagueña Belén Cianferoni, recrea la experiencia, cercana a lo profano, de velar lo perdido con los recursos de un misticismo pop. Un campo de juegos para la saña divertida, pero también un encantador reencuentro con los desfasajes tragicómicos del amor romántico y su parodia.
"VUDÚ", de la poeta santiagueña Belén Cianferoni, recrea la experiencia, cercana a lo profano, de velar lo perdido con los recursos de un misticismo pop. Un campo de juegos para la saña divertida, pero también un encantador reencuentro con los desfasajes tragicómicos del amor romántico y su parodia.
En Damage Therapy (Intravenosa,
2013), Belén Cianferoni ordenaba una serie de sentidos
en torno al cuerpo, un cuerpo erotizado y padeciente, pero también un cuerpo
que se permite sobrevivir en la poesía. En cierto modo, Vudú (Peces de Ciudad, 2017) es el paso siguiente de aquella
apuesta, una búsqueda persistente de velos, ya no solo en la aparatología de la
vocación poética, sino en la cultura pop, el pensamiento mágico y hasta la romantización
de la ciencia. La entidad de estos discursos sirve al intento de interpretar la
inercia del mundo, el desborde inexpugnable donde la poesía se atreve a sondear
el dolor:
Hiciste bien en dibujarme
un mapa para protegerme
de las explosiones de las supernovas.
Me hablaste de tantos términos físicos
que no recuerdo exactamente todo lo que
dijiste,
sólo la mímica.
Lo que sí pude memorizar
fue la relación material-tamaño de yerba
para hacer matecocidos perfectos.
(Los secretos del universo)
Por los versos de Vudú
desfilan Bowie, Leonard Nimoy, Jim Parsons, Luke Skywalker: nombres que
impugnan el paso distraído y atraviesan un universo que, aunque singular en el
modo de atarse a las cosas, se tiende como un puente a buscar la complicidad del
lector y la estrategia para vincularse a su tiempo. El poemario también
funciona como una colección de figuritas que Belén hiperlinkea a la
efervescencia de lo vivo y a la vez consumible. Hay un registro coloquial que dimensiona
su órbita dramática, pero no teme apartarse del temario de su dolor para despecharlo
con una tanda publicitaria que lo expropia de cualquier solemnidad.
Che friki,
me volví fanática de tus series
y cambié a mi amado Onur
por el pelotudo de Jim Parsons.
Las personas no me saben igual,
las que no lo conocen a Walter White
me aburren,
y vos…
simple hombre que
fingió ser el vulcano de mi corazón
te cambiaste de bando,
te hiciste otaku
y te fuiste con la gótica esa
que ve dibujitos de animé.
(Pequeño poema friki)
Su potencia radica ahí, en la paradoja de lo que es propio y
poseído, de lo que intenta enlazarse con la evocación de la magia (el vudú,
igual que la poesía, es un oficio de conjuras) y que a pesar de ello resiste,
en el más allá de sus posibilidades, a ser enlazado, a pesar de la promesa de
su sistema.
El vudú es ese intento por abrirse a la brecha de lo profano
y sus efectos. Un interregno donde el amor le pide cosas al lenguaje para
permanecer donde se lo invoca, aunque luego no demore en estafarlo:
nadie se resiste a la magia vudú,
chiquitina,
reía mi vecina.
Pero yo a mis adentros pensaba,
que ni haciendo un muñeco
con su pelo,
con su sangre,
con su piel,
con su ropa,
funcionaría.
El muñeco también
escaparía de mi lado.
(Vudú)
Y así como
en el vudú se emplean rituales para recuperar lo perdido, estos poemas procuran
velar, vía conjuro, el hueco real de la pérdida por donde amenaza perderse
también el cuerpo propio, llevado a la deriva por la fuerza natural de lo
ausente que pulsiona y socava:
A lo mejor esto es una tormenta
en un vaso
de agua.
No sé.
O puede ser un huracán devastador
que estoy negando
andá a saber,
pero no hay lugar a dónde correr
para protegerme
del cambio climático que se aproxima.
(Cambio climático)
Más allá del gesto cómplice de agenciarnos a una empresa
cultural freaky, Belén recoge sus significantes del acervo pop con el afán de
parchar lo que por ausencias quedó fragmentado. Los parches, como parches de
nicotina (un objeto transicional para reemplazar algo que aniquila), como
parches de sentido (significantes que rodean un vacío que no admite ser
nombrado), son los que mantienen unido al
cuerpo. Esa impresión minuciosa de la invocación reverbera en el libro e
hilvana su formulación compacta, asumida con la necesidad ingenua y hermosa de
que lo perdido regrese. Vudú ofrece
esa aventura, la magia como forma de duelo, como fórmula, también, de una
rehabilitación frente al desamparo. Una magia que presume de lo que ama para
contrarrestar el vacío de lo que ya no está con nosotros.-
VUDÚ
de Belén Cianferoni
Editado por Peces de Ciudad
Más info: https://www.pecesdeciudad.com.ar/
Excelente! Felicitaciones Belén querida!
ResponderBorrarMuchhas gracias
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